“Yo creo en el color rosa. Creo que la risa es
la mejor forma de quemar calorías. Creo en besar, besar mucho. Creo en ser
fuerte cuando todo parece ir mal. Creo que las chicas más felices son las más
guapas. Creo que mañana será otro día y creo en los milagros”.
Son palabras de una de las estrellas más grandes del cine, Audrey Hepburn. Un mensaje lleno de vitalidad y optimismo cuando se cumplen 20 años de su muerte. Falleció el 20 de enero de 1993 en su casa de Suiza, con tan sólo 63 años, por un cáncer de cólon.
Audrey Hepburn es mucho más que una actriz, es
un icono. Su belleza natural, su elegancia y su talento sólo fueron superados
por una bondad que todos los que trabajaron con ella no dudaban en resaltar.
Gregory Peck, que protagonizó con ella Vacaciones en Roma, el
primer papel protagonista de Audrey y que le hizo ganar un Oscar, dijo que en
ella no había ni pizca de mezquindad ni de egoísmo. El director del film,
William Wyler, que la volvió a dirigir en otras dos películas, La
calumnia y Cómo robar un millón, quedó impresionado por su
prueba de cámara, que consistió en realizarle una serie de preguntas cuando no
sabía que la cámara estaba grabando. Su espontaneidad hizo que Wyler no dudara
en contratarla. El resultado, un clásico del cine, y el lanzamiento al
estrellato de la actriz.
Pocas
carreras en el cine tienen tantas películas emblemáticas: Sabrina,
Una cara con ángel, Ariane, Guerra y paz, Historia de una monja, Charada,
Desayuno con diamantes, My fair lady, Sola en la oscuridad, Dos en la
carretera, Robin y Marian, y así hasta
llegar a su último papel, el de un ángel, en el film de 1989 Always, de Steven Spielberg. Precisamente, el mismo día de su
muerte, Elizabeth Taylor dijo que «Dios
estaría contento de tener un ángel como Audrey con Él». Gregory Peck se convirtió en uno de sus amigos más
íntimos, para Fred Astaire ella era una de las personas más encantadoras que
uno podía conocer, Cary Grant dijo en una ocasión “todo lo que pido por Navidad es otra
película junto a Audrey Hepburn”, y
cuando a Rex Harrison le preguntaron quién fue el mejor acompañante de su
carrera la nombró inmediatamente a ella. Incluso mantuvo la amistad con George
Peppard, su partenaire en Desayuno con
Diamantes, a pesar de que él era un actor del método, y su
intensidad interpretativa molestaba a la actriz. Y tampoco habló mal, más bien
al contrario, de Humphrey Bogart, que estuvo insoportable en el rodaje de Sabrina.
También se hizo amigo de ella el diseñador
Hubert de Givenchy desde que la vistió precisamente para Sabrina.
Es conocida la anécdota del origen de su amistad: cuando le dijeron a Givenchy
que «Miss Hepburn» venía a verlo, pensó en Katharine Hepburn, no en Audrey.
Aunque en un primer momento rechazó vestirla, rectificó a tiempo y ambos
iniciaron una amistad que duró el resto de sus vidas, sin olvidar que Givenchy
se convirtió en su diseñador casi oficial en posteriores películas. Gracias a
esta amistad y colaboración, Audrey se convirtió en un icono de la moda, pero
su papel favorito estaba lejos de la sofisticación: era el de la hermana Lucas
en Historia de una monja. A Audrey le impactó conocer a su
protagonista real, con la que tenía más de un paralelismo: ambas eran belgas y
habían sufrido las consecuencias de la guerra.
Audrey nunca olvidó su infancia durante la
Segunda Guerra Mundial en Holanda. En cierto modo, se veía a sí misma como la
célebre Ana Frank, y de hecho, confesó que la lectura del famoso diario le
impactó profundamente. Vivió una vida mucho más sencilla que la mayoría de las
estrellas de Hollywood: prefería las casas a las opulentas
mansiones, cultivaba su propio huerto, y se volcó en labores humanitarias
con UNICEF, donde dejó una huella imborrable. Colaboró con ellos durante décadas,
pero fue especialmente en los últimos años de su vida, tras ser nombrada
embajadora de la organización en 1989, cuando viajó incansablemente a
distintos países realizando numerosas visitas sobre el terreno. Aunque a ella
le parecía poco todo lo que hacía, en la organización todavía se recuerda con
admiración cómo sólo tres meses antes de su muerte, ya muy enferma, realizó un
último viaje a Somalia. Como ella misma dijo: Nací con una enorme
necesidad de afecto y una terrible necesidad de darlo.
Por eso, el fracaso de sus dos matrimonios
supuso una gran decepción en su vida, y ella misma definió la pérdida de tres
abortos espontáneos como lo más cerca que estuvo de volverse loca. Y es que su
gran sueño siempre fue tener muchos hijos. Era tal su obsesión, que durante la
filmación de Sabrina, Audrey y William Holden mantuvieron una
relación sentimental, pero ella le dejó cuando él le confesó que se había
hecho la vasectomía. Finalmente fue madre de dos hijos, uno con el actor Mel
Ferrer, y otro con Andrea Dotti, un médico italiano.
Sin ninguna duda, no hay mejor manera de
recordarla que evocando a su Holly Golightly de Desayuno con diamantes.
Una de las pocas veces que se le pudo ver enfadada fue cuando el jefe de
la Paramount dijo tras el pase previo de la película, que había que quitar la
canción Moon River. Audrey se levantó de un salto de su asiento y
Mel Ferrer tuvo que poner una mano en su brazo para frenarla. Contaba Henry
Mancini, que compuso la canción expresamente para ella, que eso fue lo más cerca
que la vio jamás de perder el control. Si Moon River está en
la película, es por ella.
Es una secuencia inolvidable. George
Peppard está tecleando en su máquina de escribir, oye música en la calle, se
asoma a la ventana y ve a Audrey un piso más abajo, sentada en la salida de
incendios, rasgando una guitarra y susurrando algo enigmático y evocador sobre
un río de luna, viejo creador de sueños. El propio Mancini sentenció que a
pesar de las múltiples versiones del tema, la de Audrey, que no era una cantante
profesional, es la mejor, porque nunca nadie comprendió tan bien la canción
como ella.