Quizá por las bajas
expectativas que tenía antes de verla, resulta que 8 apellidos vascos me ha
convencido con su propuesta de entretenimiento ligero, haciéndome sonreír
durante hora y media, y de vez en cuando, sacándome alguna carcajada. Que al
fin y al cabo, es de lo que se trata cuando vemos una comedia. 8 apellidos
vascos no pretende trascender, sólo reírse de los prejuicios, tópicos y estereotipos culturales, precisamente valiéndose de ellos. El choque folclórico puede ser
visto como demasiado básico y forzado, pero ¿no es precisamente la comedia un
género que fuerza situaciones, a veces hasta lo inverosímil, para convertirlas
en humorísticas? Para este espectador que disfruta y se ríe con las comedias de
Keaton, Lubistch, Wilder, Edwards, Hawks, los hermanos Marx, los ZAZ, Mariano
Ozores, Santiago Segura y Borja Cobeaga (sí, todos en la misma frase, por qué
no), todo humor, desde el más sofisticado al más primario, es válido,
independientemente de su calidad cinematográfica. Ese es otro debate.
Y para los que le buscan tres pies al gato y detectan mensajes oscuros en esta
historia, sólo queda subrayar una evidencia final: que aunque 8 apellidos
vascos se viste de comedia costumbrista, en realidad no deja de ser la clásica
y típica comedia romántica de chico conoce chica. Ni más ni menos.