martes, 11 de septiembre de 2012

LA FIESTA DE LOS MERCENARIOS

-¿Cuál es el plan?
-Buscarlos, encontrarlos y matarlos.

A ver quién supera este casting
¡Qué hora y media de auténtico disfrute he vivido con Los Mercenarios 2! Segunda parte corregida y aumentada de aquellos mercenarios que en 2010 nos hicieron volver a vibrar con el cine de acción más puro de los 80 y 90, el de la testosterona, las gracietas baratas, los músculos, los puños y las explosiones, sin imágenes generadas por ordenador ni actores haciendo el indio delante de un croma. Nostálgica operación de éxito de un Stallone que parecía abocado en el siglo XXI a sobrevivir en olvidables productos de videoclub y que, tras decidirse a revisitar sin complejos a su Rocky y a su Rambo, y envalentonado con la aceptación de estos personajes tantos años después, echó la casa por la ventana uniendo a los tipos duros de su quinta con los del cine actual. Aquel film, a la vez homenaje y parodia, a parte de descubrirnos la buena química entre dos machos de distintas épocas como Statham y el propio Stallone, y de rescatar a malotes como Eric Roberts y Dolph Lundgren (¡Ivan Drago y Rocky cara a cara de nuevo!), nos legó para la posteridad LA secuencia de aquel 2010: Sly, Bruce Willis y Schwarzenegger -todavía gobernador de California- juntos por primera vez. Ahí estaban los tres socios de Planet Hollywood, haciéndose guiños y chistecitos, para nuestro deleite cinéfago.

Planet Hollywood en acción
Los Mercenarios 2 podría titularse Los Mercenarios al cuadrado. Todo es lo mismo, pero es más. Muy bien dirigida por Simon West -aquí no hay montajes modernillos en los que no distingues nada-, empata con su predecesora en acción y violencia, pero va más allá en la sucesión de gags -no hay otra manera de definir algunas escenas- y en su muestrario de viejas glorias, donde brilla especialmente como villano un inmenso Van Damme. El éxtasis friki toca techo cuando vemos juntos en una suerte de improvisada convención republicana de estirados de bótox a Stallone, Willis, Schwarzenegger y Chuck Norris, éste último invitado a la fiesta con un personaje absolutamente gratuito y metido con calzador en una secuencia que podríamos calificar de directamente surrealista. Pero qué más da. Son momentos pensados para que el público aúlle y aplauda en el cine, en los que Stallone quema el guión con su enorme puro y los diálogos se rinden a una sucesión de chistes malos y pullas que apelan a Rambos, lobos solitarios chucknorrianos, a Schwarzenegger que si "volveré" que si "he vuelto" -también se oye por ahí un "sayonara baby"- y por supuesto, al yippee ki yay de Willis/John McClane. Los Mercenarios 2 es un disparate entretenidísimo y autoconsciente. Insuperable, dentro de los parámetros de su propuesta. Si alguien hace veinte años hubiera viajado desde el futuro y nos hubiera dicho que ha visto una película en la que Stallone y Van Damme se dan mamporros durante cinco minutos antológicos, hubiéramos pensado que nos estaba tomando el pelo. Pero esa secuencia es una realidad. Acabo de verla en un cine.