domingo, 20 de enero de 2013

RECORDANDO A AUDREY


“Yo creo en el color rosa. Creo que la risa es la mejor forma de quemar calorías. Creo en besar, besar mucho. Creo en ser fuerte cuando todo parece ir mal. Creo que las chicas más felices son las más guapas. Creo que mañana será otro día y creo en los milagros”.

Son palabras de una de las estrellas más grandes del cine, Audrey Hepburn. Un mensaje lleno de vitalidad y optimismo cuando se cumplen 20 años de su muerte. Falleció el 20 de enero de 1993 en su casa de Suiza, con tan sólo 63 años, por un cáncer de cólon.


Audrey Hepburn es mucho más que una actriz, es un icono. Su belleza natural, su elegancia y su talento sólo fueron superados por una bondad que todos los que trabajaron con ella no dudaban en resaltar. Gregory Peck, que protagonizó con ella Vacaciones en Roma, el primer papel protagonista de Audrey y que le hizo ganar un Oscar, dijo que en ella no había ni pizca de mezquindad ni de egoísmo. El director del film, William Wyler, que la volvió a dirigir en otras dos películas, La calumnia y Cómo robar un millón, quedó impresionado por su prueba de cámara, que consistió en realizarle una serie de preguntas cuando no sabía que la cámara estaba grabando. Su espontaneidad hizo que Wyler no dudara en contratarla. El resultado, un clásico del cine, y el lanzamiento al estrellato de la actriz.
Pocas carreras en el cine tienen tantas películas emblemáticas: Sabrina, Una cara con ángel, Ariane, Guerra y paz, Historia de una monja, Charada, Desayuno con diamantes, My fair lady, Sola en la oscuridad, Dos en la carretera, Robin y Marian, y así hasta llegar a su último papel, el de un ángel, en el film de 1989 Always, de Steven Spielberg. Precisamente, el mismo día de su muerte, Elizabeth Taylor dijo que «Dios estaría contento de tener un ángel como Audrey con Él». Gregory Peck se convirtió en uno de sus amigos más íntimos, para Fred Astaire ella era una de las personas más encantadoras que uno podía conocer, Cary Grant dijo en una ocasión “todo lo que pido por Navidad es otra película junto a Audrey Hepburn”, y cuando a Rex Harrison le preguntaron quién fue el mejor acompañante de su carrera la nombró inmediatamente a ella. Incluso mantuvo la amistad con George Peppard, su partenaire en Desayuno con Diamantes, a pesar de que él era un actor del método, y su intensidad interpretativa molestaba a la actriz. Y tampoco habló mal, más bien al contrario, de Humphrey Bogart, que estuvo insoportable en el rodaje de Sabrina.


También se hizo amigo de ella el diseñador Hubert de Givenchy desde que la vistió precisamente para Sabrina. Es conocida la anécdota del origen de su amistad: cuando le dijeron a Givenchy que «Miss Hepburn» venía a verlo, pensó en Katharine Hepburn, no en Audrey. Aunque en un primer momento rechazó vestirla, rectificó a tiempo y ambos iniciaron una amistad que duró el resto de sus vidas, sin olvidar que Givenchy se convirtió en su diseñador casi oficial en posteriores películas. Gracias a esta amistad y colaboración, Audrey se convirtió en un icono de la moda, pero su papel favorito estaba lejos de la sofisticación: era el de la hermana Lucas en Historia de una monja. A Audrey le impactó conocer a su protagonista real, con la que tenía más de un paralelismo: ambas eran belgas y habían sufrido las consecuencias de la guerra.


Audrey nunca olvidó su infancia durante la Segunda Guerra Mundial en Holanda. En cierto modo, se veía a sí misma como la célebre Ana Frank, y de hecho, confesó que la lectura del famoso diario le impactó profundamente. Vivió una vida mucho más sencilla que la mayoría de las estrellas de Hollywood: prefería las casas a las opulentas mansiones, cultivaba su propio huerto, y se volcó en labores humanitarias con UNICEF, donde dejó una huella imborrable. Colaboró con ellos durante décadas, pero fue especialmente en los últimos años de su vida, tras ser nombrada embajadora de la organización en 1989, cuando viajó incansablemente a distintos países realizando numerosas visitas sobre el terreno. Aunque a ella le parecía poco todo lo que hacía, en la organización todavía se recuerda con admiración cómo sólo tres meses antes de su muerte, ya muy enferma, realizó un último viaje a Somalia. Como ella misma dijo: Nací con una enorme necesidad de afecto y una terrible necesidad de darlo.

Por eso, el fracaso de sus dos matrimonios supuso una gran decepción en su vida, y ella misma definió la pérdida de tres abortos espontáneos como lo más cerca que estuvo de volverse loca. Y es que su gran sueño siempre fue tener muchos hijos. Era tal su obsesión, que durante la filmación de Sabrina, Audrey y William Holden mantuvieron una relación sentimental, pero ella le dejó cuando él le confesó que se había hecho la vasectomía. Finalmente fue madre de dos hijos, uno con el actor Mel Ferrer, y otro con Andrea Dotti, un médico italiano.

Sin ninguna duda, no hay mejor manera de recordarla que evocando a su Holly Golightly de Desayuno con diamantes. Una de las pocas veces que se le pudo ver enfadada fue cuando el jefe de la Paramount dijo tras el pase previo de la película, que había que quitar la canción Moon River. Audrey se levantó de un salto de su asiento y Mel Ferrer tuvo que poner una mano en su brazo para frenarla. Contaba Henry Mancini, que compuso la canción expresamente para ella, que eso fue lo más cerca que la vio jamás de perder el control. Si Moon River está en la película, es por ella.


Es una secuencia inolvidable. George Peppard está tecleando en su máquina de escribir, oye música en la calle, se asoma a la ventana y ve a Audrey un piso más abajo, sentada en la salida de incendios, rasgando una guitarra y susurrando algo enigmático y evocador sobre un río de luna, viejo creador de sueños. El propio Mancini sentenció que a pesar de las múltiples versiones del tema, la de Audrey, que no era una cantante profesional, es la mejor, porque nunca nadie comprendió tan bien la canción como ella.