viernes, 13 de abril de 2012

BUÑUEL EN TOLEDO

Mi reciente visita a Toledo me ha llevado de algún modo a recordar los pasos que dio un joven Luis Buñuel en esta mágica y misteriosa ciudad antes de ser un director mundialmente conocido. Eran los años veinte del siglo veinte, cuando Buñuel estudiaba en la Residencia de Estudiantes de Madrid y se escapaba en tren a Toledo de juerga junto con sus compañeros García Lorca y Dalí, entre otros. Buñuel estaba completamente subyugado con Toledo. Él hablaba, y lo suscribo, más que de su belleza turística, de "su ambiente indefinible". Y el día de San José de 1923, después de tener una visión en plena borrachera mientras paseaba por el claustro gótico de la catedral, fundó la "Orden de Toledo", de la que se nombró a sí mismo condestable, o máximo representante.

En su libro de memorias "Mi último suspiro" recuerda que "para acceder al rango de caballero había que amar a Toledo sin reserva, emborracharse por lo menos durante toda una noche y vagar por las calles. Los que preferían acostarse temprano no podían optar más que al título de escudero". Rafael Alberti, destacado miembro de la Orden, recordaba cómo en su rito de iniciación los cofrades le dejaron abandonado y extraviado en plena noche en el angosto laberinto de un Toledo nocturno y fantasmagórico. "Así que me eché a caminar por la primera callejuela -muy contento, por otra parte, de mi falta de brújula-, decidido a dejarme perder hasta el alba".

Miembros de la Orden, entre secretarios, fundadores, caballeros, escuderos e invitados, fueron, por ejemplo, el compañero de correrías Pepín Bello, Lorca y su hermano Paquito, Dalí, Jeanne, la mujer de Buñuel, Alberti y su mujer María Teresa León, el poeta José María Hinojosa y varios destacados vascos como el pintor José Uzelay, el dramaturgo Eduardo Ugarte y el empresario de la comunicación Ricardo Urgoiti. O dicho de otra manera, tres cuartas partes de la Generación del 27.

Casi siempre se hospedaban en la "Posada de la sangre", un tugurio en el que Cervantes había situado su obra "La ilustre fregona", con burros en el corral, sábanas sucias y sin agua corriente, algo perfecto para los miembros de la Orden, que tenían prohibido lavarse durante su estancia toledana. El antro en cuestión ya no existe. Cayó en los combates de 1936, año en que precisamente, la Orden dejó de funcionar.

Comían en tascas, como la "Venta de Aires", que tuve ocasión de ver in situ, y allí se entonaban con tortilla a caballo (con carnes de cerdo), perdiz y vino blanco de Yepes. Acto seguido hacían un alto obligado en el antiguo Hospital Tavera, para velar la tumba del cardenal Tavera, esculpida por Berruguete. Confirmé que allí mismo sigue la estatua yacente del cardenal, "muerto de alabastro, de mejillas pálidas y hundidas, captado por el escultor una o dos horas antes de que empezara la putrefacción". Después subían a la ciudad "para perdernos en el laberinto de sus calles, acechando la aventura. (...) A menudo, en un estado rayano en el delirio, fomentado por el alcohol, besábamos el suelo, subíamos al campanario de la catedral, íbamos a despertar a la hija de un coronel cuya dirección conocíamos y escuchábamos en plena noche los cantos de las monjas y los frailes a través de los muros del convento de Santo Domingo. Nos paseábamos por las calles, leyendo en alta voz poesías que resonaban en las paredes de la antigua capital de España, ciudad ibérica, romana, visigótica, judía y cristiana".

Muchos años después, en 1969, Buñuel adaptó la novela de Galdós "Tristana" trasladando la acción de Madrid a Toledo para rendir homenaje a la ciudad y a sus amigos de juventud: "puse en "Tristana" muchas cosas a las que toda mi vida he sido sensible, como el campanario de Toledo y la estatua mortuoria del cardenal Tavera, sobre la que se inclina Tristana".
La película supone el último gran tributo de Buñuel a la ciudad del Tajo, y décadas después, he comprobado que el lugar sigue conservando un intrigante magnetismo. Habrá que volver... pues tal y como exigía la Orden, "había que ir a Toledo con la mayor frecuencia posible y ponerse en disposición de vivir las más inolvidables experiencias".


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