miércoles, 13 de abril de 2011

CUANDO KARATE KID SE FUE A MISISIPI

La reivindicable estrella juvenil de los 80 Ralph Macchio será siempre en nuestra memoria aquel Daniel San de "Karate Kid" (1984), bombazo taquillero de los 80 que dio para otras dos entregas, formando una trilogía que fue tristemente de más a menos. Pero entre patada y patada y "dar cera pulir cera", Macchio dejó un rato de hacer la grulla en la playa para colgarse una guitarra y buscar la esencia del blues en Luisiana.


La película es "Cruce de caminos" (1986), y la dirigió Walter Hill, perteneciente a ese grupo de estupendos directores que se comieron a bocados la década de los 80 y ahora han caído en un olvido injusto y miope. Hill dirigió buddy movies (películas con una pareja de colegas, generalmente muy diferentes entre sí) como "Límite 48 horas" (1982) y "Danko calor rojo" (1988), y westerns como "Forajidos de leyenda" (1980) y "Gerónimo" (1993). Pero sobre todo fue un experto mezclando géneros, como en la magnífica "Calles de fuego" (1984), un western urbano con mucha acción y mucha música.
Bueno, pues un poco de todo esto tiene "Cruce de caminos". En este caso, la pareja de colegas está formada por un joven aspirante a guitarrista y un veterano bluesman, que viajan hasta Misisipi con objetivos distintos. El chico para recuperar una canción perdida del mítico Robert Johnson, y el anciano para recuperar su alma, vendida años atrás al diablo en un cruce de caminos, al igual que, según la leyenda del blues, le ocurrió a Johnson.


Como en el western, tenemos un largo viaje, la chica, peleas en tugurios y por supuesto, el duelo final, antológico, donde las guitarras sustituyen a las armas. Y aquí es donde muchos han elevado a categoría de culto esta película. Porque el oscuro oponente es el virtuoso guitarrista Steve Vai, que demuestra sus dotes guitarrísticas en sus turnos y en los correspondientes a Macchio, aunque también en algunas partes puso su sonido a la guitarra del actor el gran Ry Cooder. Un duelo musical de mucha altura, que termina decidiéndose con el "Capricho Número Cinco", una pieza que no tiene nada que ver con el blues, pero compuesta por Paganini, otro músico del que también se dice que vendió su alma al diablo.

Una auténtica gozada de película.

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