miércoles, 23 de marzo de 2011

ADIÓS A LIZ TAYLOR

Pienso ahora en Elizabeth Taylor y le alabo su gusto por el riesgo, por las historias opresivas, difíciles e incómodas para la época, como "La gata sobre el tejado de zinc", "De repente el último verano" y "Reflejos en un ojo dorado".
Pienso en la niña prodigio de los años 40, en la estrella de los 50 y en el mito insoportable, vanidoso y caprichoso de los 60.
En sus escándalos amorosos y en su tortuosa relación con Richard Burton.
En su irrefrenable atracción hacia los inadaptados y desvalidos, como Montgomery Clift, James Dean y Rock Hudson, y en su afán por protegerlos de una manera casi maternal.
Y qué decir de su colección de rodajes gafados y películas malditas: "La gata sobre el tejado de zinc" y el shock por la muerte de su tercer marido, "El árbol de la vida" y el accidente que desfiguró a Clift... y sobre todo uno de los grandes desastres de la historia, "Cleopatra", donde ella misma estuvo a punto de morir.
Nunca ha sido una de mis actrices favoritas, pero su muerte me ha dejado ese poso de melancolía que siempre me dejan estas noticias de los grandes del Hollywood clásico. Porque cada vez quedan menos. Y porque ese aura, ese magnetismo, ese toque difícil de explicar ya no lo tiene el star system actual. No hay más que volver a ver a Kirk Douglas, con sus casi 100 años, merendándose a todos en los últimos Oscar.

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