martes, 14 de junio de 2011

ALMAS CONDENADAS


A estas alturas de la vida no vamos a descubrir a Wes Craven. Y dudo mucho que él, a sus más de setenta años, ya nos quiera sorprender. Este director capaz de lo mejor (Pesadilla en Elm Street) y lo peor (la repugnante y torpe La última casa a la izquierda), hace tiempo que abandonó la idea de hacer experimentos con gaseosa, como aquella Música del corazón con Meryl Streep. Tiene abolutamente interiorizado y asimilado su oficio, que es hacer pelis de miedo. Como John Ford, que dijo aquello de "soy John Ford y hago westerns".

Por eso me sorprenden tanto las críticas negativas a su último estreno, Almas condenadas. Insisto: creo que nadie espera de Craven un Ciudadano Kane. Con Almas condenadas vuelve al slasher puro y duro, el subgénero donde mejor sabe moverse: un tipo se dedica a dar matarile a todo quisqui, con preferencia por los adolescentes con las hormonas a flor de piel. Punto. Quizá en el terror moderno pueda haber mejores directores, como John Carpenter, pero en este tipo de historias, Craven es el maestro.

¿Qué más podemos pedirle después de legar para la posteridad a dos personajes tan carismáticos como Freddy Krueger y Ghostface? ¿Después de cimentar las bases del slasher con Pesadilla en Elm Street? ¿Y después de reventar desde dentro el subgénero, parodiándolo y homenajeándolo a la vez, con la saga Scream?


Quizá el hecho de llegar a la cartelera después de la muy disfrutable y entretenidísima Scream 4 le reste puntos, pero yo tampoco pido más. En Almas condenadas tenemos lo de siempre: el asesino, los jóvenes, el pueblecito, el instituto, el clásico suceso traumático ocurrido años atrás. Y muchos sustos y muchas muertes, filmadas y montadas con ritmo y precisión, y con el gusto por la cuchillada bien profunda y los litros de sangre tan típicos de este director. El comienzo es abrumador -otra característica del cine de Craven-, y el film entretiene hasta el final. Ni más ni menos.

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